Goodnight and good luck

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Goodnight and good luck, es una película que, a pesar de tener una trama enmarcada en sucesos de los Estados Unidos en la década de los cincuentas, evidencia que no existen muchas disimilitudes entre la condición de los periodistas en la guerra de Mcarthy contra el comunismo, y la guerra contra la izquierda en la actualidad de este país.
No se necesita tener una producción hollywoodense en blanco y negro para saber que el telediario siempre ha sido una herramienta de entretenimiento. No se necesita tener una película inspirada en nuestra historia de narcoterrorismo y gobiernos corruptos para entretener el poder que las autoridades políticas y económicas ejercen sobre los medios. Es un hecho universal, es una espiral del
silencio mediática, una historia que se repite en muchos países.

El periodismo es con frecuencia confundido con el oficio del informador, así como se asume con frecuencia que el periodista posee la misma capacidad y facultad que tiene el hombre de comunicar e informar, además, es necesario entender la complejidad del proceso comunicativo frente a la acción de informar. El acto de informar, constituye un proceso unilateral, pero no significa que sea un proceso
comunicativo, ya que éste se realiza de forma bilateral. La labor periodística, creo fervientemente que es una labor eminentemente comunicativa, ya que reflexiona sobre la información que fluye de forma unilateral en la prensa informativa, creada por reporteros. Sin embargo, si bien los periodistas pueden cumplir la labor de reporteros, su tarea no termina ahí; el periodista analiza, investiga, y aporta ideas nuevas sobre un suceso, invita al público a reflexionar sobre su realidad, a mirarla desde distintas perspectivas y no tragar entero. El periodista es el mediador por excelencia de la ciudadanía con el
Estado, y el principal motivador del ejercicio de la opinión pública.

He ahí la fuente de poder que significan los medios el periodista para el control social de las ideas colectivas. La gente sabe que los medios y más particularmente la televisión les ofrecen de primera mano los hechos, imágenes tan cercanas y tan propias de la cotidianidad, que el espectador siente que estuvo ahí, en el lugar de los hechos, y lo sintió con sus propios sentidos. Sin embargo,  las imágenes han sido comercializadas de tal forma que ahora se han convertido en un elemento de manipulación y entretenimiento masivo. En palabras de Ignacio Ramonet: “el telediario se transformó en el rey de los programas de televisión,  en la locomotora que arrastraba tras ella a toda la programación y que, a primera hora de la noche, concentraba a la audiencia más importante”. Es por dicho poder masivo que la televisión posee, y esa gran capacidad de influenciar la percepción que el espectador sobre los hechos, que Sartori afirma que “el pueblo soberano 'opina' sobre todo de acuerdo con la forma con la que la televisión le induce a opinar. El poder del video se convierte en el centro de todos los procesos de la política contemporánea por su capacidad de orientar la opinión… el término videopolítica comprende sólo uno de los múltiples aspectos del poder del video: su incidencia en los procesos políticos mediante una transformación radical del ser político y de la administración de la política. La videopolítica no es una prerrogativa de la democracia. El poder del video también está a disposición de las dictaduras”.

Es por ésta razón que, el mal llamado periodismo informativo televisivo, perteneciente a muchas cadenas que velan por intereses políticos y económicos concretos, disfrazan de “información neutra” una realidad creada por ellos mismos, conflictos inventados con el solo objeto de orientar el pensamiento y la opinión pública, fortaleciendo una espiral del silencio en una comunidad imaginada. Así, es que Ramonet argumenta que “Las soft news (sucesos, deportes, alegres notas finales, anécdotas…) son, a menudo, más importantes que las hard news (temas políticos, económicos o sociales de verdadera gravedad). Y la fragmentación sutil de la realidad en la fragmentación sutil de la actualidad en un mosaico de hechos separados de su contexto tiene como objetivo distraer, divertir en función de lo accesorio. Y evitar que se reflexione lo esencial a partir de la información”. El control de las representaciones sociales y del imaginario colectivo sobre situaciones concretas es con frecuencia un objetivo de los medios al servicio del poder, que brindan al espectador una aparente pluralidad. Por lo tanto, la parcialidad restringe la libertad de la opinión pública.

Es entonces, como el periodista cumple el papel en cierta forma de investigador etnográfico de la realidad inmediata de las sociedades. Al ser el periodismo un oficio que se nutre de las ciencias sociales, el periodista no se encuentra exento de la tendencia a una parcialidad –ya sea relativa o total- en un tema o materia concretos. Lo anterior sucede cuando el periodista se encuentra en un proceso de
inmersión, más allá que la acción meramente observadora, por lo que se hace realidad uno de los objetivos del periodismo, que constituye en cierta forma “ver las cosas como son”. Esta premisa invita al público a ver los sucesos desde adentro y a la vez de una forma global evaluando cómo participan y observan los hechos los directa o indirectamente implicados, ya sea por causa o consecuencia. Sin embargo, este proceso de observación participante significa ser tocado por el tema, más allá del prejuicio o el estereotipo que se tenga. El que el periodista se convierte en implicado de forma indirecta, y así su visión y percepción son alteradas por lo emocional, sin desmérito de cómo también el periodista se vuelve en un conocedor de primera mano, con credibilidad sobre el tema.

Como se evidencia en la película, que el periodista exprese su subjetividad, una posición o una perspectiva distinta de las cosas, ya que, sólo así se podrá construir un medio verdaderamente pluralista y neutro. Es necesaria la parcialidad, pues, como en una investigación, el tomar posiciones alimenta de conocimiento al periodista y a la comunicación de la sociedad.

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