El dulce sonido del acero

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HANG (Ignacio Rodríguez) from raul correa on Vimeo.






Era un hueco. Brillante, perfecto. No, no era un hueco. Era un hoyo negro, sí. Esa un hoyo negro a la inversa, un hoyo del que salen emociones. Nadie entra, todo sale. Había ocho iguales a ese, ocho que le rendían culto a una gran esfera en la mitad, plateada, casi como un espejo.
“Mirá ese platillo volador” dijo la niña que caminaba conmigo a lo que parecía un encuentro inminente. ¿Un encuentro de tercer tipo por primera vez? Sí. Un sonido alienígena que salía del acero. Suave, como un arpa, pero fuerte como el metal.
Hang, ese era el nombre del platillo volador, ese platillo con vida propia. No venía de otro planeta fuera de la galaxia, ni de una inteligencia superior. Venía de Suiza. Su nombre, que significa mano en idioma Bernés.
Nació en el año 2000. Su mamá, la compañía PANArt Hangbau AG, fundada en 1993 y dedicada  al movimiento de bandas de acero, una obsesión europea con los sonidos de los tambores de aceite en las bandas de Trinidad. El Hang, es la respuesta al sonido ideal con base en los steel-pans de Trinidad. Después de un año más de investigación, el HANG fue presentado en la Feria de música de Frankfurt.

Pero, ¿qué lo hace distinto a los otros instrumentos? Primero, que no hay reglas para tocarlo. El sonido depende de cómo lo toque, ya sea con la punta de los dedos, los pulgares o la palma de la mano, o mezclando las tres a la vez.  Como un arpa salida de alguna película futurista, el Hang ha llegado para quedarse, y para refutarle a aquellos que creen que la música ya está inventada. El Hang la ha reinventado.

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