Los 400 golpes, la película estrella

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En el Festival de Cine de Santa Fé de Antioquia, se hizo un homenaje a la Nueva Ola francesa. La proyección de Los cuatroscientos golpes, del director François Truffaut, como la obra pionera del movimiento cinemátografico que ocurrió a fines de los años cincuentas, que frente a las presiones y la rigidez que se exigía para el público francés, los directores de cine decidieron manifestarse para luchar por una libertad técnica y de expresión sobre lo que ellos querían contar. Aquí el trailer de la película.






Acá puede leer una reseña de la película, donde se exponen los elementos principales del Movimiento y su importancia para la historia del cine.




“Era el colmo, cada vez que yo lloraba en mi casa, mi padre cogía su violín y tocaba imitando mi llanto, solo para humillarme”


Truffaut con esta película se aleja del entretenimiento. En lugar de tratar de llegar al público, el público llega a él, a desnudarlo y a hacerle una radiografía. Simple, concisa, concreta y sin parafernalia en la iluminación o en la producción, Truffault en memoria de André Bazin, uno de los hombres más famosos en el mundo del cine sin hacer una sola película, hace una reversión a su adolescencia, mientras, con ese tinte autobiográfico, hace una crítica al sistema educacional de su época, rindiéndole homenaje al crítico de cine que lo inspiró a estar del otro lado de la pantalla, quien lo rescató de la cárcel y lo impulsó como crítico y director.
Desde el comienzo de la reproducción, la película avisa que no va a ser nada de lo que usted está acostumbrado. Los créditos, que siempre están al final para no aburrir al público, para que se sienta libre de irse inocente de que aparte del director y el actor principal, hay otros que tienen un nombre, y que también están en la película, se presentan al comienzo para que el público esté al tanto de lo que pasa. Luego, las calles parisinas que no vuelven a la pantalla sino hasta que Antoine, el protagonista la ve tras las rejas.
Un preadolescente de clase baja en la posguerra, con su cuota de rebeldía, encerrado en su inconformidad e incomprendido por las autoridades que representan para él los adultos.
Un “ofendo a los muros de la clase” que retumba en su cabeza la mitad de la película pero que no logra opacar su deseo de ser persona, que representa la búsqueda que Truffault. Constante dentro de la película, algo que aún hoy resulta vigente, la búsqueda de la libertad de ser uno mismo, no sólo política, sino también social.


La trama, que es un poco lenta, se aferra a la simpleza de la producción enmarcada en una historia que más que entretener, busca recrear una realidad y reflexionar sobre la misma. La primera película que inicia la denominada Nouvelle Vague, término con el cual se denominaba al colectivo de directores de cine francés que buscaban lo mismo que buscaba Antoine: libertad creativa y de producción en sus obras cinematográficas. Es por esto que se comienzan a mostrar distintos elementos que invitan a pensar que todos necesitamos un cambio: el cartel del Club de los Leones, instaurado en París en 1948, y las referencias a Balzac, uno de los principales representantes de la novela realista en la primera mitad del siglo XX, que tenía en común con Antoine esa infancia difícil marcada por el desapego emocional por parte de los padres, y ese odio por memorizar textos en el colegio que lo hizo ser víctima de severos castigos, efectuados por el sistema educativo de la época donde la relación maestro-estudiante era unilateral y a éste último no se le considera sujeto.
Esta imposibilidad de Antoine para integrarse a la rígida propuesta pedagógica que imperaba en la época resulta como una crítica a esos valores académicos, familiares y sociales en general, de la Francia de la época que respiraba el mismo ápeiron y soledad que respira Antoine en la película. Esta necesidad de vivir a su manera, con un nuevo romanticismo que se presenta en base a los pequeños placeres de la vida, lo lleva a ser recluido en alguna clase de correccional para niños con “problemas” donde, frente a la falta de control (o de interés en hacerlo) que presenta su madre (fría y llena de desidia la mayoría del tiempo), obliga al estado a ejercer medidas de control aún más radicales.
Cargada de emoción, de necesidad de cambio luego de la Segunda Guerra Mundial, de subjetividad desde la trama hasta el encuadre y los ángulos de la cámara, ganó el premio al mejor Director en el Festival de Cannes 1959, constituyéndose así también como uno de los máximos exponentes del cine de autor, donde el director es también el escritor y el productor por lo que puede emitir sus juicios e ideas propias. Una película cargada de valor cultural en su composición, historia y ambientación, así como de posiciones más críticas y artísticas, valores emblema de la Nouvelle vague.
Es ésta búsqueda de identidad del director, realizada a través de Antoine en la película es lo que la hace valiosa para su tiempo, pues en palabras del mismo: “en la vida es preciso saber tomar iniciativas”. Iniciativas como la de Antoine por disfrutar, por visitar el mar (que es dónde finaliza la película) ese fin último de libertad de lo que lo oprime y que es metáfora influenciada por el neorrealismo italiano que le mueve cualquiera la sensibilidad, porque cualquiera puede sentirse identificado.


Por último, una entrevista traducida al español del director.



Entrevista sobre los 400 Golpes - François Truffaut
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